Dicen que los sueños, por imposibles que parezcan, algún día se cumplen. Quizás es ese anhelo guardado en el corazón el que, sin darte cuenta, haces realidad.
A mis 38, estaba atravesando una de esas crisis que llegan sin avisar. Me golpeó tan fuerte que lo único que deseaba era huir. Y huí.
Lo que no imaginaba era el destino que iba a elegir.
Durante años soñé con recorrer Europa con una maleta. Pero según los demás, ya no era “la edad”. Tenía un hijo, tenía responsabilidades... y “esas locuras” ya no se veían bien.
Pero algo dentro de mí gritó más fuerte. Y decidí escuchar.
Tomé lo poco que tenía y arranqué. Llegué donde mi familia, lo que me daba cierta seguridad. Pero al llegar, entendí que no se trataba del lugar, ni del paseo, ni de las fotos.
Era un momento para estar en silencio. Para observar. Para sentir.
Ese viaje, más que un sueño cumplido, fue un reseteo.
No sabía que traía un propósito escondido: descubrir nuevas partes de mí, reconocer habilidades dormidas y entender que la edad es solo una idea que nos han vendido.
Hice lo que siempre soñé… pero a esta edad, lo hice con más conciencia.
Y si tú estás leyendo esto, sin importar tu edad o tu sueño, solo te digo:
Deséalo con el alma. Ese día llegará.
